El horizonte es el símbolo de las
posibilidades que se ofrecen a nuestra vida. Pero nuestra vida es, además, la
realización actual de esas posibilidades.
José Ortega y Gasset, 1931
Presentación
Las
explicaciones públicas de un médico de a pie no tendrían razón de ser si en las
últimas décadas no se hubiesen producido situaciones de cierta relevancia. A lo
largo de mi generación ha cambiado la
forma de relación entre el médico y su paciente. Desde la época de
Hipócrates, cinco siglos a.C., hasta los años setenta del pasado siglo, los
principios de la relación fueron los mismos, invariables. La autoridad del
médico, conferida por sus conocimientos y por el poder que la jerarquía le
otorgaba, dirigía las decisiones sobre el devenir terapéutico del paciente.
Un elemento que ha modificado la practica
médica, sobre todo en Occidente, ha sido el advenimiento de la bio-tecnología que, además, ha movilizado enormes intereses económicos. Por otro lado nos
hemos habilitado de una fuerza más sutil y de extraordinaria potencia: la bioética. A renglón seguido se han
desarrollado conceptos éticos aplicados a las organizaciones sanitarias, lo que
ha aportado una línea constructiva hacia la excelencia.
Coincide en este periodo el desarrollo de la teoría de caos y complejidad, que
aplicada a la biología ha permitido conceptualizar de manera diferente el
enfermar. Ello ha dado lugar a un cambio de perspectiva orientado a entender de
modo diferente la salud. Pero hay más: en este corto periodo están emergiendo
nuevas tendencias y actitudes en la práctica médica, algunas surgidas a partir
de medicinas antiguas y etnológicas. También desde diferentes campos
de las ciencias sociales ha habido aportaciones muy significativas, en especial
desde la antropología médica.
En conjunto, todo ello ha configurado un paisaje
distinto, sorpresivo y nuevo, donde la aplicación de nuevos métodos de análisis
ha posibilitado el crecimiento de una medicina
basada en la evidencia, sin menospreciar el abordaje mediante el análisis
cualitativo propio de la valoración clínica en cada caso específico. De esta
manera se han alejado los dogmatismos y las subjetividades que acompañaron a la
medicina durante tantos siglos y que tanto daño hicieron.
El acto médico entendido como eje central es el
objetivo de esta reflexión: Qué es,
cuál es su fundamento mítico, qué papel ha jugado, cuál juega en la actualidad
y cuál jugará con probabilidad en el futuro. Para ello ha sido necesario
intentar una respuesta a la pregunta: ¿cómo
curamos y por qué? Ha sido preciso reflexionar
sobre nuestra situación particular como sociedad
medicalizada, que se ejemplifica a través de la estrecha relación entre el
sistema económico y el sistema médico. Por último, esta reflexión se ha visto
obligada a enfrentarse a la siguiente pregunta: ¿Qué estamos haciendo?, o lo que es lo mismo, ¿Qué fin estamos buscando? Soy consciente de que no podré obtener
respuestas a tantas preguntas, pero espero que si de esta reflexión resulta un
panorama que pueda orientarnos algo más, ya me podré dar por muy satisfecho.
Tres verbos me han servido para estructurar
este proceso reflexivo: enfermar, sanar y colaborar, en este caso en la salud.
En la primera parte se aborda el tema del
enfermar humano, ese terreno movedizo entre biología y cultura. En la segunda
se analizan los mecanismos por los cuales se produce el milagro de la sanación,
en ese mundo intrincado entre la persona enferma y la o las que intentan
rescatarla del sufrimiento. En la tercera parte hay una aproximación al mundo
de la colaboración, donde el espíritu colectivo construye nuevas realidades que
dan lugar a nuevos hombres. Es en estas tres partes donde he querido dar una
respuesta aproximativa a las preguntas antes expuestas. Luego siguen dos
capítulos más de reflexiones generales, las primeras bañadas en la teoría de la
complejidad y las segundas como bosquejo de un horizonte médico para el siglo en
el que poco a poco nos adentramos.
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